Los planos que se aportan atestiguan
que el Preavance conoce los pormenores detallados de la anatomía de Madrileña.
Sin embargo, llama la atención que ese conocimiento no se refleje más en
los apuntes sobre Normativa y, más en
especial, en la regulación de usos.
La realidad urbana madrileña no es
ni con mucho un continuo homogéneo. Fuera de las rondas (y en alguna medida
también dentro, como después se comentará) es una ciudad de fragmentos, una
‘ciudad arenisca’ en la que es fácil identificar elementos de distinta
envergadura, de grano mayor o mediano, no siempre yuxtapuestos, de imagen
reconocible, cuyos intersticios están ocupados por una amalgama desigual de
edificaciones de menor tamaño organizadas de forma también desigual en función
de su coyuntura.
Casi sin excepción, los elementos
mayores son el resultado de proyectos u ordenaciones unitarias, cuyo foco y su
interés rara vez fue más allá de sus propios límites. No es cosa nueva. Las
Colonias, los Poblados, los nuevos Barrios con nombre propio, los ámbitos hoy
urbanos que antaño fueron polígonos o sectores con su propio planeamiento…
todos ellos son resultado de un modo de crecimiento y formación por incrementos,
donde la heterogeneidad y el ensimismamiento fueron la regla. Fragmentos que
crecieron más con voluntad de auto afirmación que de continuidad reciproca.
Como resultado, el tejido conjuntivo y las continuidades viarias fueron trenzándose
azarosamente, inventando o diseñando en cada caso la solución que parecía más
viable, fácil o conveniente.
Ese conglomerado de partes encontró
su trabazón, casi exclusiva, en el viario de mayor escala y en las grandes
infraestructuras (metro) de transporte colectivo, En el origen de las distintas
actuaciones, el trazado y características del viario mayor (y en ocasiones menor)
y del transporte púbico fueron poco más que datos de referencia: ‘líneas de vida’ de las que colgar cada
actuación para asegurar un mínimo indispensable acceso y conexión. Más adelante
los elementos viarios y de transporte se superpusieron (como pudieron) en una
red de elementos especializados, celosa de cumplir con eficacia su función de
movilidad pero, casi sin excepciones, ajena a cualquier tipo de diálogo urbano.
No es ese el lugar donde ahondar en
la descripción de esa doble realidad -núcleos zonales y redes-ni de comentar el
por qué; basta con llamar la atención sobre el hecho de que ese tipo de
realidad es norma y no excepción: fuera de las rondas, ser singular es lo
normal.
En ese contexto, el repertorio de
disposiciones convencionales de las normas zonales pinta poco. La realidad es
como es y pesa más de lo que después hayan dicho las ordenanzas. No es
casualidad que los sucesivos Planes, y en particular el PGOU97, se viesen
obligados a sustraer de las norma zonales un sinfín (y aun así escaso) conjunto
de situaciones remitidas, diferenciadas, especiales… a regular desde el Plan,
en paralelo al Plan, o más adelante.
No estamos
diciendo nada que no se sepa; y sin embargo…, lo que se apunta en el texto
sobre Normas Urbanísticas (y algunos otros puntos del Preavance) parece estar
dominado por lo que podríamos denominar el síndrome del ensanche: un modo de
entender la realidad desde lo que fue el patrón interior de Madrid desde
mediados del XIX a mediados del XX. Tejido continuo, predecible, geométrico, pausado,
formado edificio a edificio, compartiendo alineaciones pre establecidas… ; un
continuo donde la similitud o, al menos, no disonancia edificatoria y la
posibilidad de mezcla de usos (y usuarios)
forma parte de la realidad. Un continuo, en fin, donde las Normas Zonales
cobran su mayor sentido.
Hemos hablado de
‘fuera de las rondas’, también podríamos hablar en su interior, o de los
núcleos de los pueblos, hoy distritos, en su día anexionados a Madrid. La que
hoy es distrito Centro, fue en su día, y no hace tanto, ciudad completa. En su
interior estaba ‘todo’ con todas sus diferencias, y se nota; pese a que, por
ser un tejido muy compacto constructivamente homogéneo, los límites entre sus
fragmentos (que los hay) puedan pasar inadvertidos al ojo desatento.
Lo que el Preavance
dice respecto de la normas sugiere lo normal, pero debería sugerir cómo tratar
normalmente con lo singular. Normas de urbanidad, antes que normas de
respuesta. Normas de evolución antes que, o junto a, normas que parecen
pensadas casi exclusivamente para lo nuevo: sustituciones o nuevas
construcciones.
Bernardo Ynzenga
Acha
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